¿Por que nos toman el pelo?

Así que, ¿por qué es tan caro ese nuevo CD de Oasis? A principios de los 80, las ventas de vinilos, K7s, giradiscos y reproductores de K7 eran planas, estables. Para los fabricantes de todo ese hardware y software eso no era suficientemente bueno.
Necesitaban un nuevo ángulo. Una nueva forma de vender música y material para reproducirla. Alguien en la Phillips Corporation (dueños de PolyGram Music e Island Records y uno de los mayores contratistas del Ministerio de Defensa USA) tuvo la idea de que sería bueno para sus accionistas e inversores conseguir que el consumidor de música se interesara de nuevo en comprarla, introduciendo un nuevo formato y una nueva máquina para reproducirlo. Y así nació el CD en su resplandeciente, alumínica, plástica y digital gloria.
Su tiempo máximo de reproducción, unos 75 minutos, fue elegido porque el presidente de la compañía quería algo que pudiera reproducir su pieza musical favorita, la 9ª de Beethoven, de principio a fin sin pausas. Bien, los CDs no tuvieron tanto éxito como habían esperado. Para empezar, su precio era demasiado alto. La culpa la tenía el que se fabricaban principalmente en Japón y tenían un alto porcentaje de defectos, teniendo que desechar aproximadamente uno de cada tres antes de salir de la fábrica.
En un principio, el aspecto económico llevó a la industria a tomar una decisión de consenso para continuar pagando a los artistas un royalty basado en el precio de venta del vinilo, en lugar del precio más alto de los CDs. Y nadie estaba comprando los reproductores de CD porque eran jorobadamente caros. Pero en la primavera del 89, sucedió algo maravilloso para la industria musical. De la noche a la mañana los CDs estaban en todas partes, eran un enorme éxito, era casi imposible conseguir un vinilo.
¿El cambio ocurría porque era lo que el consumidor quería? Vivimos en una economía dirigida por el mercado, ¿y el mercado estaba demandando más CDs? Mentira. Lo que realmente pasó fue que entre las tiendas de discos y los 7 distribuidores principales siempre había existido una política flexible de devoluciones (las tiendas podían «compra» algo a un distribuidor, y si no se vendía, podían devolverlo). Eso permitía a las tiendas arriesgarse un poco más con nuevos lanzamientos o cosas que no conocían bien, porque si no se vendía, podían devolverlo.
Bien, en primavera de 1989 los 7 distribuidores principales anunciaron que ya no aceptarían devoluciones en vinilo y también empezaron a descatalogar las versiones en vinilo de gran parte de su fondo de catálogo. Estas acciones obligaron a las tiendas de discos a dejar de vender vinilos. No podían permitirse el riesgo de pedir los lanzamientos en vinilo, porque si no se vendían tendrían que quedarse con ellos. Rápidamente casi todas las tiendas tuvieron que convertirse al CD. El efecto fue que el consumidor ya no tenía elección, porque la elección ya había sido hecha por nosotros. Nos estaban metiendo a la fuerza Cds a alto precio, lo supiéramos o no, nos gustase o no.
Las compañías estaban pagando a los artistas un porcentaje de royalties en las ventas de CDs, basado en el precio de lista de los vinilos ($8.98 o $9.98), o habían conseguido el mismo resultado usando trucos contractuales como las «deducciones» por empaquetado. Una vez los CDs se impusieron y las multinacionales construyeron sus plantas domésticas de prensaje, el porcentaje de discos defectuosos bajó hasta casi cero, y el coste de fabricación descendió dramáticamente.
Se podrá esperar que el precio de los CDs también bajase y los beneficios fueran repartidos uniforme y justamente entre los músicos que hacen la música. Por supuesto, no ocurrió. Los precios de los CDs han continuado subiendo a un increíble precio de lista de $16.98 (pronto $17.98) mientras los costes de fabricación han bajado a menos de lo que cuesta fabricar un vinilo de $9.98. Un CD, con su caja de plástico, libreto, etc., le cuesta a una multinacional unos 80 centavos o menos) y a una independiente entre $1.50 y $2.50. Lo que quiere decir que los CDs deberían ahora costar menos que sus precios originales hace más de una década. Pero la industria consiguió que los consumidores se acostumbraran a pagar más, y las discográficas se acostumbraron a tener un margen más alto, y hasta hoy las discográficas continúan pagando a casi todos los artistas un porcentaje de royalties como si estuvieran vendiendo CDs a precio de vinilo.
Esos 4-5-6 dólares extra van directamente a los bolsillos de las discográficas, no a los músicos. Y por supuesto, todos tuvimos que comprar un reproductor de CDs (que misteriosamente había bajado a un precio más razonable) si queríamos escuchar la música que se publicaba en este «popular» nuevo formato. Así que, al final, no es un milagro que a la industria fonográfica y los fabricantes de equipos de alta fidelidad les encantase el CD. De hecho el siguiente año (cuando la economía estaba en recesión) ¡la industria musical tuvo su año de mayores beneficios!
Si algo de esto te molesta tanto como a nosotros, te estarás preguntando por qué nunca has oído nada del tema, o por qué no se inició algún procedimiento anti-monopolio contra discográficas o distribuidoras. La respuesta es sencilla. La mayor parte de los informes sobre el funcionamiento interno del negocio musical sale de la prensa musical, y la prensa musical depende absolutamente de la inversión publicitaria y la buena voluntad del negocio acerca del que escriben.
Así que, para no «volcar el barco» o enfadar a los tipos que prácticamente financian sus negocios editoriales, esta historia nunca fue (y seguirá sin ser) publicada. Y con la creciente «popularidad» del DVD, la industria parece dispuesta a repetir los mismos trucos.
Negativland
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(traducción de Jorge Otero)
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